lunes, 8 de julio de 2013
De viaje
Es inevitable recordarte donde este, te veo en todos lados y mi deseo es que me acompañes siempre.
Tu espalda es para mi esa línea infinita que se pierde entre el cielo y el mar que vislumbras al final del horizonte.
Sobrevolar las nubes se siente exactamente como cuando tú me haces tocarlas y como sólo tú sabes hacerlo.
Es cierto que las mejores ciudades del mundo no huelen muy bien, que a veces te sientes como sí estuvieras al revés de estar tan maravillado de ver cosas que nunca habías visto.
Querer recorrer tantos caminos estrechos, calles adoquinadas, senderos que no sabes a donde pueden llevarte, sólo porque sabes que el día dura más que la noche, millones de cosas que mostrarte.
No hay nada como sentarse en una plaza a observar a la gente pasar y ver el día convertirse en noche; sólo te diré que hubiese sido mejor si estuvieses a mi lado tomándome de la mano.
Pensar, aprender, meditar, a ratos inevitablemente desesperar, el ruido, el tránsito, la gente, olores, sabores, sensaciones; pasar de la inmensa felicidad a una ligera melancolía, extrañar, querer regresar pero a la vez no quererse ir.
Respirar profundo sentir la brisa en mi rostro y por más que nos separe un océano completo, sentir que estas conmigo, te amo.
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